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Tu identidad en Cristo es un estilo de vida

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Tu identidad en Cristo es un estilo de vida” basado en 1 Pedro 2:1-10 como continuación de la serie sobre 1 Pedro titulada “Viviendo con una perspectiva eterna”.

En la comunidad cristiana, no podemos hacer uso de nuestros méritos porque todos hemos sido destituidos de Su gloria y ninguno calificamos por nuestras propias fuerzas, sino que somos adoptados como hijos de Dios. Una vez adoptados, Dios nos otorga privilegios que ninguno de nosotros pudo haber concebido ni soñado. Son esos privilegios no-ganados, otorgados por gracia que constituyen nuestra identidad.

Tu identidad en Cristo no es una confesión doctrinal, ni un concepto teológico, ni algo para ser disfrutado al entrar a la eternidad… ¡Nada de eso! Tu identidad en Cristo es un estilo de vida.

1 Pedro 2:1-10 representa una continuación del capítulo uno, donde Pedro nos recuerda que somos elegidos (1 Pedro 1:1), santificados por el Espíritu (1 Pedro 1:2), aceptados ante Dios, nacidos de nuevo (1 Pedro 1:3), herederos de una herencia incorruptible (1 Pedro 1:4), protegidos por el poder de Dios (1 Pedro 1:5) y Sus siervos porque fuimos redimidos de nuestra vana manera de vivir (1:18). Todo esto es lo que Dios hizo por nosotros. Luego Pedro da varios imperativos que a nosotros nos toca hacer. Debemos preparar nuestro entendimiento para la acción (1 Pedro 1:13a), ser sobrios en espíritu (1 Pedro 1:13b) y poner nuestra esperanza completamente en la gracia que se nos traerá en la revelación de Jesucristo (1 Pedro 1:13c). Además no nos debemos conformar a los deseos que antes teníamos en nuestra ignorancia (1 Pedro 1:14) y sí debemos ser santos en toda su manera de vivir porque Él es santo (1 Pedro 1:15-16).

Si Dios nos llamó a la santidad y a amarnos entrañablemente unos a otros, en nuestro caminar no debe haber malicia, engaño, hipocresías, envidias ni difamación. Nada de eso es compatible con el amor cristiano y mucho menos con nuestro llamado a ser santos. Todos llegamos a la familia de Dios experimentando todos los sentimientos típicos de una naturaleza caída, pero no podemos seguir luciendo así. La única manera de dejar esas cosas atrás es haciendo lo que se nos dice en 1 Pedro 2:2: “deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación”. La Palabra aplicada es el instrumento de santificación (Juan 17:17).

Habiendo dicho eso, notemos primero como Pedro caracteriza a Cristo. En 1 Pedro 2:4, Cristo es llamado “piedra viva” y nosotros, lo que hemos venido a Él, somos llamados “piedras vivas” (1 Pedro 2:5). Ahí, Pedro nos dice que Cristo, como piedra viva, fue “desechada por los hombres…”Es por esto que no debe sorprendernos cuando el mundo nos rechace y nos odie como el mismo Señor nos advirtió que lo harían (Juan 15:18; Mateo 10:22; 24:9). Lo que Cristo es, de alguna manera, nosotros somos porque estamos en Él. Los que hemos creído en Él hemos llegado a ser algo extraordinario para algo extraordinario (1 Pedro 2:9):

  1. Somos linaje escogido
    Dios ha escogido a un grupo de personas sin mérito alguno para pasar la eternidad con Él. Si entendiéramos completamente el estado de ruina en que la desobediencia de Adán nos dejó, viviéramos continuamente dando gracias a Dios por habernos elegido aún después de haber quedado tan corrompidos. Somos linaje escogido para salvación y para ser libres del pecado, de inseguridades y de temores; libres para amar, para ser amados y para disfrutar de las bendiciones de Dios.
  2. Somos real sacerdocio
    Después de la muerte de Cristo, Él nos abrió el trono de la gracia de manera que cualquiera de nosotros se puede acercar a Él con confianza. Además, con Su muerte, Cristo nos otorgó no solamente el privilegio sino también la responsabilidad de servirle mientras estamos en el mundo.
  3. Somos nación santa
    Nosotros somos ciudadanos de otro reino porque, como bien dijo Cristo, Su reino no es de este mundo. Por tanto, de este lado de la eternidad, debemos representar santamente al Dios que nos reconcilió con Él. Debemos representar a nuestro Dios por lo que es en cada momento, sin importar si es en privado o en público.
  4. Somos pueblo adquirido para posesión de Dios
    Fuimos comprados a precio de sangre, adquiridos en el mercado de esclavos; como iglesia, hemos sido esposados a Cristo y declarados libres para que el pecado no reine sobre nosotros. Antes estábamos en y éramos tinieblas, ¡Pero hoy estamos en la luz! Había oscuridad dentro de nosotros debido a nuestra iniquidad y cuando Cristo vino, Su luz brilló en nuestro interior y disipó las tinieblas.

Ahora nuestra responsabilidad es proclamar y reflejar las virtudes de Aquel que nos hizo el llamado. ¡Es un privilegio poder reflejar las excelencias de nuestro Dios!

Amados hermanos y hermanas en Cristo, vivimos en medio de un mundo en rebelión… En medio de eso, nosotros somos Su embajadores, suplicandole a los enemigos de Dios que se reconcilien con Él. El mundo es el campo de batalla, la cruz es nuestra bandera, la Palabra es nuestra arma, la iglesia es la sede donde se nos recuerdan nuestras órdenes para marchar, la oración es el lugar de descanso en medio de la batalla, el Espíritu Santo es el agente revelador y nuestro combustible, el cielo es nuestro destino y Cristo es nuestra recompensa.